Ulises no
quería quedarse junto a las sirenas, quería volver cuanto antes a su casa en
Ítaca,
pero
como era muy curioso y siempre quería saber más, tampoco
quería perderse ese canto mágico de las sirenas.
Para no dejarse embaucar por el
canto de las sirenas,
Ulises reunió a
sus compañeros y les pidió lo siguiente: atadme al mástil del
barco, poned cera
en vuestros oídos, no
hagáis caso de mis lamentos y no me soltéis aunque os amenace de
muerte.
Cuenta la leyenda que las
sirenas emitían un canto al que nadie podía resistirse. Cuando los marineros acudían a
su llamada, los arrastraban a las profundidades y morían ahogados. También a Ulises intentaron arrastrarlo a una
muerte segura diciendo: Ulises ven con nosotras a un paraíso natural
donde abundan todo tipo de exquisiteces: flores de loto, manzanas de oro, aves del paraíso, fuentes
de agua cristalina y dulces panales de miel.
De esta forma ingeniosa, el astuto Ulises, consiguió tres objetivos:
escuchar el bellísimo canto de las sirenas, seguir adelante en su viaje y no morir ahogado.
No hay comentarios:
Publicar un comentario